La red de observación del océano de Argo alcanza su objetivo inicial.
Tras siete años desde su comienzo, Argo, la red internacional de observación del océano, ha alcanzado su objetivo inicial de desplegar 3.000 boyas robóticas por todo el mundo en aguas despejadas de hielo. Estas boyas perfiladoras, distanciadas unos 300 km entre sí, recogen sistemáticamente información sobre la temperatura y la salinidad hasta una profundidad de 2.000 metros, lo que perfecciona las predicciones climáticas y esclarece la interacción entre el océano y la atmósfera. Desde su inicio, este proyecto, que aglutina a más de treinta países (entre ellos varios países europeos, Australia, Canadá, China, Estados Unidos, India y Japón), se propuso revolucionar la obtención de información fundamental de las capas superiores, de importancia climática, de los océanos del mundo. Las boyas de Argo, que generan anualmente 100.000 perfiles de temperatura y salinidad de gran calidad, así como datos sobre las corrientes oceánicas del planeta, ya han incrementado el ritmo de obtención de mediciones comparables desde buques en un factor de 20. Además, han eliminado el sesgo estacional, puesto que estas boyas funcionan todo el año, mientras que las mediciones desde buques suelen efectuarse en verano. «El beneficio más evidente de Argo es la drástica reducción de la incertidumbre en los cálculos del almacenamiento de calor por parte de los océanos», declaran desde la Oficina del Proyecto Argo (APO). «Estos cálculos son un factor clave a la hora de determinar el ritmo del calentamiento climático global y la subida del nivel de los mares, así como de proyectar la progresión futura.» «El torrente constante de datos de Argo, sumado a las mediciones vía satélite a escala global de radares altímetros, ha posibilitado avances enormes en la representación de los océanos en los modelos combinados del océano y la atmósfera, lo que permite predicciones climáticas estacionales, así como el análisis y la predicción rutinarias del estado de la subsuperficie oceánica. Hace apenas una década sólo podía soñarse con avances así, que tienen aplicaciones prácticas como la predicción del destino de los derrames de petróleo en mar abierto y la ayuda a la pesca.» Los datos recabados, que se transmiten casi en tiempo real a los centros de datos para su procesado, están a disposición de todos los interesados. Desempeñan una función importante en la observación de los océanos que bañan Europa como parte de la iniciativa conjunta de Vigilancia Mundial del Medio Ambiente y la Seguridad (GMES) de la Unión Europea y la Agencia Espacial Europea. El coste anual de explotación de Argo asciende en total a unos 16,5 millones de euros, asumidos por todos los participantes. Además, éstos han acordado contribuir al mantenimiento de esta red desplegando un número concreto de boyas nuevas cada año. La generación actual de boyas tiene una vida útil de hasta cinco años, por lo que cada año se debe colocar un total de 800 boyas (unas 250 procedentes de Europa). Euro-Argo, el segmento europeo de esta red de observación, fue clasificado por el Foro de Estrategia Europea de Infraestructuras de Investigación (ESFRI) como una de las 35 infraestructuras de investigación de gran envergadura prioritarias. La red de Argo es el eje del sistema de observación oceánica in situ impulsado por la JCOMM (Comisión Mixta sobre Oceanografía y Meteorología Marina), copatrocinada por la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO y la Organización Meteorológica Mundial. Argo es un proyecto piloto de los Sistemas Mundiales de Observación de los Océanos y el Clima.
Tras siete años desde su comienzo, Argo, la red internacional de observación del océano, ha alcanzado su objetivo inicial de desplegar 3.000 boyas robóticas por todo el mundo en aguas despejadas de hielo. Estas boyas perfiladoras, distanciadas unos 300 km entre sí, recogen sistemáticamente información sobre la temperatura y la salinidad hasta una profundidad de 2.000 metros, lo que perfecciona las predicciones climáticas y esclarece la interacción entre el océano y la atmósfera. Desde su inicio, este proyecto, que aglutina a más de treinta países (entre ellos varios países europeos, Australia, Canadá, China, Estados Unidos, India y Japón), se propuso revolucionar la obtención de información fundamental de las capas superiores, de importancia climática, de los océanos del mundo. Las boyas de Argo, que generan anualmente 100.000 perfiles de temperatura y salinidad de gran calidad, así como datos sobre las corrientes oceánicas del planeta, ya han incrementado el ritmo de obtención de mediciones comparables desde buques en un factor de 20. Además, han eliminado el sesgo estacional, puesto que estas boyas funcionan todo el año, mientras que las mediciones desde buques suelen efectuarse en verano. «El beneficio más evidente de Argo es la drástica reducción de la incertidumbre en los cálculos del almacenamiento de calor por parte de los océanos», declaran desde la Oficina del Proyecto Argo (APO). «Estos cálculos son un factor clave a la hora de determinar el ritmo del calentamiento climático global y la subida del nivel de los mares, así como de proyectar la progresión futura.» «El torrente constante de datos de Argo, sumado a las mediciones vía satélite a escala global de radares altímetros, ha posibilitado avances enormes en la representación de los océanos en los modelos combinados del océano y la atmósfera, lo que permite predicciones climáticas estacionales, así como el análisis y la predicción rutinarias del estado de la subsuperficie oceánica. Hace apenas una década sólo podía soñarse con avances así, que tienen aplicaciones prácticas como la predicción del destino de los derrames de petróleo en mar abierto y la ayuda a la pesca.» Los datos recabados, que se transmiten casi en tiempo real a los centros de datos para su procesado, están a disposición de todos los interesados. Desempeñan una función importante en la observación de los océanos que bañan Europa como parte de la iniciativa conjunta de Vigilancia Mundial del Medio Ambiente y la Seguridad (GMES) de la Unión Europea y la Agencia Espacial Europea. El coste anual de explotación de Argo asciende en total a unos 16,5 millones de euros, asumidos por todos los participantes. Además, éstos han acordado contribuir al mantenimiento de esta red desplegando un número concreto de boyas nuevas cada año. La generación actual de boyas tiene una vida útil de hasta cinco años, por lo que cada año se debe colocar un total de 800 boyas (unas 250 procedentes de Europa). Euro-Argo, el segmento europeo de esta red de observación, fue clasificado por el Foro de Estrategia Europea de Infraestructuras de Investigación (ESFRI) como una de las 35 infraestructuras de investigación de gran envergadura prioritarias. La red de Argo es el eje del sistema de observación oceánica in situ impulsado por la JCOMM (Comisión Mixta sobre Oceanografía y Meteorología Marina), copatrocinada por la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO y la Organización Meteorológica Mundial. Argo es un proyecto piloto de los Sistemas Mundiales de Observación de los Océanos y el Clima.
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